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Estamos en el futuro, en el lejano año de 1994. Una sociedad distópica, donde la gente no debe vivir con órganos alquilados, ni tampoco convive con androides altamente humanos. Tampoco es un futuro en el que los policías puedan ver los crímenes antes de producirse. Aquí la situación es que una malvada corporación (BIM) domina el mundo organizando concursos de Mundovisión (la globalización de Eurovisión es imparable), e instaurando un código por el cual todo el mundo debe ir vestido más gay que el anterior y bailar ridículamente. Glups... Estas son las premisas de The Apple, un musical futurista de 1980 dirigido por Menahem Golam, obra de culto en ciertos círculos, y que retrata una estética especial.